Una visión socialista:Haroldo Romero Pérez
“Estamos ante una encrucijada”, comentó Kevin Watkins, quien dirigió una investigación divulgada este mes por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en la que se afirma que, debido a la pobreza, muere en el mundo un niño cada tres segundos, lo cual representa 10 millones 512 mil en cada año.
El sombrío futuro que espera a los infantes pobres del planeta se advierte en el propio informe, cuando se dice que si los países ricos dejaran de crecer en este momento y los de América Latina —que no es la región de mayor pobreza— mantuviesen las tasas de crecimiento actuales, sólo en el año 2177 se igualarían las condiciones económicas entre ambos bloques.
De acuerdo con el último informe del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA), esa enfermedad continúa extendiéndose y son ya casi 40 millones las personas infectadas con el virus en el orbe, pero el 90 por ciento, por ser pobres, no tienen acceso a los medicamentos (antirretrovirales), que mejoran y prolongan la vida de los enfermos.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación(FAO), informó que 843 millones de pobres en el mundo pasan hambre. La entidad alertó sobre el bajo ritmo de reducción del porcentaje de hambrientos, tan lento que, según especialistas, a esa velocidad tendrán que transcurrir más de 100 años para erradicar el hambre del planeta.
A fin de pasar revista al cumplimiento de las metas acordadas en grandes eventos de la ONU, principalmente en la denominada Cumbre del Milenio (año 2000), dirigidas a modestas reducciones de la miseria y la exclusión para el año 2015, fue convocada la Cumbre de la organización realizada la pasada semana.
No fue voluntad de la superpotencia hegemónica ni del reducido grupo de países ricos que la secundó —que obtienen coyunturalmente beneficios del injusto orden mundial prevaleciente— abordar en este evento la encrucijada advertida por Watkins.
Lamentablemente, también para sus propios pueblos, relegaron el análisis de las pomposamente proclamadas Metas del Milenio, y de otros asuntos que, como el desarme general y completo y los trastornos medioambientales, resulta vital resolver con urgencia para preservar la propia supervivencia de toda la especie humana.
Pero Estados Unidos no sólo impidió que se fiscalizaran los incumplidos compromisos de cooperación, obviamente insuficientes, que él y sus asociados contrajeron antes con la comunidad internacional. Además de secuestrar el tema convocante, desató una ofensiva con el propósito de imponer una supuesta reforma de la ONU, cambio con el que pretende dominar totalmente a la organización y convertirla en instrumento de su dictadura global.
Como resultado, Washington impuso una declaración final violatoria en tal grado de los procedimientos democráticos establecidos en Naciones Unidas, que tras la enérgica denuncia de ese fraude, realizada en el plenario de la reunión por el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, el propio secretario general de la organización, Koffi Annan, convocó al mandatario suramericano y admitió que hubo “error” en el método empleado para la elaboración y aprobación del documento.
Que existe conciencia mayoritaria de que la humanidad está sumida en el mayor abismo de su historia y a la vez nos encontramos en el umbral del cambio necesario hacia un mundo mejor posible, lo evidenció la reacción de los presentes en el salón de la Cumbre ante las palabras de Chávez. Su discurso, en el cual afirmó que el actual modelo de la máxima organización mundial está agotado, y convocó a refundar esa entidad, tuvo la más calurosa acogida entre los pronunciados allí por más de 150 jefes de Estado o Gobierno.
Los debates sobre ese planteamiento de Chávez, con toda seguridad, ocuparán su lugar en el transcurso del 60 período anual de sesiones de la Asamblea General de la ONU, iniciado el sábado, porque, como suele con razón decirse, de las grandes crisis surgen grandes soluciones.
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